Es curioso. No tengo la sensación de que haya pasado ya un año cuando comienzo a recapitular lo vivido en esta edición del SonicBlast. Aún conservo en la mente momentos extremadamente vívidos de las actuaciones del pasado año. Y es que, creo que tiene mucho sentido que sea lo primero que me viene a la cabeza. Pero dejemos eso para las conclusiones.
Segunda edición del SonicBlast en Vila Praia de Âncora, un lugar que cada año exploro más a fondo y más apego me genera. Este emplazamiento de ensueño aporta el encanto suficiente como para querer llegar un par de días antes y marcharte un par de días después.
Este año ya sabíamos a dónde ir y cómo llegar, sabíamos lo que nos íbamos a encontrar y fuimos con más calma, la playlist fue diferente, no sonó Green Lung en mi cabeza pero aún así nos divertimos bastante escuchando lo que sabíamos que nos iba a conquistar en directo. El viaje fue bien, cabalgando riffs y poniéndonos al día. La ola de calor que atravesaba el norte peninsular nos obligó a parar. Nos hidratamos rápidamente y continuamos con la cabeza puesta en sentir el viento de la costa y saborear una Sommersby bien fresquita.
Todo se veía igual que el pasado año, como si no se hubiese movido de donde estaba. Misma estructura, mismos recuerdos y mismo recorrido hasta dejar de escuchar el motor. Llegamos con algo más de tiempo, aún era de día cuando recogimos las acreditaciones y tímidamente fuimos entrando para encontrarnos, ahora sí, con la undécima edición del SonicBlast. Una vez reconocimos la zona y vimos que mantenía las formas, nos fuimos haciendo nuestro esquema mental para lo que venía. Dos Main stage y el Stage 3 que servía de antesala y cierre para cada uno de los días de festival. Una nueva zona de descanso con mesas y sillas a la sombra que agradecimos en numerosas ocasiones. Una mejora con respecto a la pasada edición. Desde ahí comenzamos la pre-party, que nos dejó un gran sabor de boca…
Miércoles 9
Si algo me sorprendió de primeras es que noté mucha más gente desde primera hora del miércoles en comparación con la edición de 2022, donde apenas éramos un centenar de personas cuando llegamos a la entrada. El ambiente era espectacular, la gente ya estaba con actitud de día completo más que de preliminar. Y con la noche comenzamos a escuchar algo entre Led Zeppelin y Camarón, pues okay, tenían toda mi atención. Se trataba de Plastic Woods, grupo malagueño que claramente apuesta por tintar con flamenco todo el desarrollo de sus progresiones. De repente la voz empezó a recordarme a Eddie Vedder y no sabía muy bien dónde estaba.
Qué despliegue… sin duda lo mejor de aquella noche, me habían hablado muy bien de esta banda, y la verdad, leyendas de ese tiempo que ocuparon el Stage 3, con buen nivel de inglés y mucho arte. Tras los andaluces, llegaba el turno de Ruff Majik, rock and roll sin complejos desde Sudáfrica que vino muy bien para el calentamiento del festival. Muy amenos, divertidos y cogiendo de la mano al stoner para recordarnos por momentos a bandas como Nebula o Fu Manchu.
Aprovechamos para ir a refrescarnos durante la actuación de Scatterbrainiac, primera banda local, de quienes solo vi dos o tres canciones y el resto lo escuché un poco alejado. Aún así, una de esas sorpresas que te regala el SonicBlast, un poco de punk que siempre se agradece y quizás la parte destructiva que faltaba este año sin Mr. Miyagi. Creo que su mástil de guitarra se fue para Andalucía de viaje… Turno de Nagasaki Sunrise, que nos hacían pensar ya en el final de la noche. Segunda banda local de la noche, con una puesta en escena muy espectacular y enérgica. Un d-beat que me sorprendió para bien y unas armonías de guitarra que me llevaban a un tema de Valient Thorr continuamente. Aunque todo parecía estar cerca de terminar, quedaba la bomba de la noche… Branca Studio DJ Set tenía que poner a arder el Stage 3 para que nos fuésemos bien calientes para casa. Clásicos y leyendas sonaron con Pol a los mandos en una noche que se me hizo bastante corta pero que siempre pasa factura al día siguiente…
Jueves 10
Comenzamos el jueves como si llevásemos dos o tres días ya de festival. La pinchada de la noche anterior nos dejó con secuelas y perdimos la voz cuando dejó de sonar Evil eye. Nada más llegar al recinto nos enteramos de un cambio de agenda. Mythic Sunship adelantaban su concierto y se sustituía su slot por el de Death Valley Girls, que al parecer no llegaban a tiempo por un problema con su vuelo. Me hubiese gustado verlos en otras condiciones, además de que el pasado año cancelaron y venía con muchas ganas de disfrutar de sus atmósferas de psych y space rock pero quizás con tanta luz y calor no me metí de lleno en su actuación. Ahora sí, tras esto, me empezó a sonar de verdad a SonicBlast, sin desmerecer a nadie, pero empezaba a sonar la guitarra de Keith Gibbs y su voz resonó en todo el recinto. Sasquatch, desde California dieron una lección de stoner desde la primera a la última canción. Desayunar con ellos al día siguiente no fue suficiente, por lo que tuvimos que mentarlos durante todo el festival cuando notábamos el más mínimo síntoma de bajada de ritmo.
Su concierto fue de lo mejor del jueves pese a tocar absurdamente pronto. Para rematar esto de la hora, nos tocó disfrutar de Crippled Black Phoenix con el sol cegándonos, lo que me ayudó a cerrar bien los ojos y dejarme llevar por los caminos experimentales de esta banda británica que tantas y tantas ganas tenía de ver. Soy fiel defensor de que el post-rock tiene mucha cabida en el festival y creo que año a año van dejándose caer grupos que son más que aceptados por el general del público.
Si bien fue un gran concierto, dieron la sensación de no estar con la misma energía y se notaba en algún corte que no parecía sonar con la misma intensidad. Y con esa palabra quiero quedarme, porque creo que no hay mejor definición para lo que SPY perpetró en poco más de media hora. Menuda locura de circle pit, de derroche de energía, de sudar hardcore por la frente… Las vibes de YOT, True Colors o Judge que destilaban no eran normales. Acabamos el concierto con una fatiga considerable y casi sin recuperarnos empezaba uno de los conciertos por los que mucha gente había acudido al SonicBlast. Se trataba de Acid King, banda mítica del stoner/doom que reaparecía después de un largo periodo sin sacar disco. Beyond vision, su nuevo álbum que llega a través de Blues Funeral Recordings nos sonó muy pero que muy bien en directo con temas como One Light Second Away o Mind’s Eye demostrando que la banda continúa por la senda correcta tras reagruparse.
En esta nueva formación Lori continúa siendo la piedra angular de esta banda 30 años después y así lo demostró en este directo. Tras la densidad y el poso que dejó Acid King, se vino algo más desenfadado y con un rápido contagio por el baile. Death Valley Girls aparecían en escena pero sin su vocalista y con Nikki Pickle de Frankie and the Witch Fingers echando un par de manos. Nada que no pudiesen sacar adelante y que seguramente poca gente notó. Parece que el tema de los vuelos se cebó con esta banda de California. Y será por bandas de California, giramos la cara y empieza a tocar OFF! el denominado hardcore punk supergroup con Keith Morris de Circle Jerks y Black Flag y gente de Redd Kross y Hot Snakes, casi nada… Qué manera de reventar el escenario. Mucha caña y violencia que supieron contagiar a todas las personas que estaban asistiendo a tal brutalidad de directo.
De California nos toca viajar al frío sueco que nos metieron en el cuerpo Hällas, para mí, la sorpresa del festival. No sé por qué no confiaba en que fuesen a defender así de bien los discos en directo y tras eternas comparaciones con Ghost, puedo decir que me gustaron mucho más. Desde esa noche soy team capas. Quiero una. Esta banda bebe del rock progresivo y el sonido 70’s, parece salida de un spot macarra con cardados y ropa de aerobic. Tengo una fuerte convicción y creo que Carpenter Brut en algún momento debería cerrar todos sus conciertos con Carry On. Y para continuar, sin ningún tipo de tregua, comenzó a sonar Kadavar, con dos guitarras, pantalones de campana y ¡cómo lo estábamos deseando! Me duele reconocerlo pero de todas las veces que los he visto, fue de las mejores, sino la mejor. Y digo me duele porque los he visto en sala a medio metro y no fue normal el espectáculo que dieron en el SonicBlast.
Fue precioso cómo resonaba el estribillo de una Die Baby Die estirada entre abrazos a través de una psicodelia maravillosa. La voz de Christoph llenándolo todo y el bombo como el latir del corazón de todas las personas que nos desgañitábamos acompañando. Esto solo fue el ecuador de la actuación. Impresionante concierto el de los de Berlín. Después de todo esto la energía ya iba escaseando y pudimos ver un rato de Deathchant, que por suerte ya los habíamos visto un par de veces el pasado año. Sin mucho cambio, a medio camino entre Red Fang y cualquier banda que pueda ensayar en una Ford Ranger.
Viernes 11
El viernes se postulaba para mí como el mejor día del festival y creedme que lo fue. Empezaban demasiado pronto Weedpecker, banda que llevo unos meses escuchando y me transportan de formas bastante intensas a otros páramos con un psych-rock muy denso y desértico. Editan con Stickman Records y todo lo que se relacione con Elder me suele atraer… Me sorprendió el slot y el escenario, creo que podrían haber hecho una gran performance en algún main stage y haberlos disfrutado mucha más gente. Después de los polacos, era turno de Monarch, no los Monarch que conocíamos la gente que venimos del sludge, estos son otros y no son franceses. Desde California (otra banda más) nos regalaron una buena experiencia de southern rock algo experimental atesorando alguna que otra intro memorable. Limpios con reverb, una voz onírica y solos a dos guitarras bastante imponentes.
Como también lo fueron Naxatras, griegos pero no muy de letras. La banda instrumental de rock psicodélico logró drenar las mentes de la gente que se acercó en la sobremesa del festival. Mucho chorus, mucho flanger, bridges muy robóticos que nos hicieron avanzar la tarde sin casi darnos cuenta. Cinco y media y empezaba Temple Fang, una banda que el pasado año abrió el festival el miércoles en el escenario 3 y las sensaciones habían sido buenísimas, me recordaron mucho a bandas de nivel y tras escucharlos en disco me parecieron mucho mejores en directo. Este año han demostrado cómo hacerlo perfecto en un main stage y merecido lo tenían. Tras la banda holandesa llegaba el turno de Greenleaf, uno de los platos fuertes, sin duda, de la jornada intermedia de este SonicBlast. Festejé con bastante efusividad el anuncio de última hora que los incluía en el cartel y me levantaron el hype bastante. La actuación se basó prácticamente en el derroche de carisma de su vocalista Arvid Jonsson que supo de sobra mover a la gente que igual por la hora, continuaba algo parada.
No faltaron bromas acerca de su colega Tommi Holappa, de Dozer, haciendo referencia a estos como Monster Truck, Truck of tractors y un sinfín de faltadas que hicieron la velada muy divertida. El concierto fue una especie de homenaje a Trail & Passes que tocó su techo con Bound to be Machines y el juego de coros con el público. Agradecido de que se unieran a la fiesta. La que continuaron Nick Oliveri and the Mondo Generator, siempre acelerados, más punk rock que stoner y con un abanico de temas que le dieron un aire al viernes hasta que sonó Green Machine y pudimos ir a merendar tranquilamente. Un poco más de calma la que nos trajo Bombino, uno de los grandes exponentes del tuareg, un género que va consolidándose como un fijo para el SonicBlast y gran parte del público parece agradecerlo. Llegó a nuestros oídos hace unos diez años producido por Dan Auerbach, que algo sabrá de talento…
Una puesta en escena muy dinámica y divertida. Ritmos africanos fusionados con blues y psicodelia que nos hicieron entrar en una especie trance que nos llevó de paseo a Santa Cruz, California. De allí llegan Scowl, y por cosas de la vida he tenido la maravillosa suerte de verlos dos veces en menos de un mes. Qué locura de banda, qué locura de frontgirl y qué manera tan increíble de llenar un escenario y recorrerlo. Presentando su EP Psychic Dance Routine, desde luego nos hicieron bailar y bailar, cabecear y saltar hasta lo más alto de Âncora en el momento en el que se atrevieron a hacer 99 luftballons de Nena. Una actuación entre la diversión y la protesta. Lo visceral y lo animal, las flores y los hechizos. Me quedaría en su concierto todo el verano. No sé si por lo bien que me lo pasé con Scowl se me hizo un poco pesado lo que venía, pero no terminé de conectar mucho con Thurston Moore.
Llegaba como uno de los platos fuertes del festival y se me quedó un tanto descafeinado. El cantante de Sonic Youth no consiguió meterse a toda la gente en el bolsillo, pese a dar, a mi entender, un concierto muy correcto. Y de lo correcto, en términos de lo establecido, siempre huyen Frankie and the Witch Fingers. Quienes los vimos el pasado año ya sabíamos lo que nos íbamos a encontrar, mucho desfase entre psicodelia y noise, mucha conexión entre la banda y un desgaste físico que notaríamos seguramente al día siguiente. Al igual que me ocurrió en la pasada edición, confirman que son una banda que se disfruta mucho más en directo que en disco, donde son excesivamente garageros y mantienen ese encanto de maqueta en muchos de sus trabajos. El directo les sirve para demostrar lo que saben hacer y la calidad con la que pueden llegar a sonar. Tengo, eso sí, que quedarme con su actuación de 2022, que con luz del día y mucho calor fue incluso mejor que la de este año, quizás por la sorpresa o la novedad que supuso. Las predicciones anunciaban lluvia y que Elder iban a sonar a auténtica barbaridad.
El pronóstico fue del todo cierto. La melena de DiSalvo brillaba en un verde extraño que me hizo recordar la portada del Reflections of a Floating World y no podía tener más ganas de escuchar esa sexta cuerda empezando lo que iba a ser el mejor concierto, sino de la noche, de todo el festival. Los de Boston llegaban al SonicBlast a tocar no más de cinco canciones por razones más que obvias. La columna vertebral tenía que ser Sanctuary, Compendium y Halcyon. Dudaba si volverían a lanzarse con In Procession como la última vez que los tuve delante pero finalmente tuvieron que cubrir expediente con un tema de su último disco, Innate Passage, lanzado a finales del 2022. Con la lluvia bañando a todo el SonicBlast, nos sumergimos en la atmósfera del art-rock más psicodélico esperando el momento para cantar las dos o tres líneas por tema y finalmente terminar coreando el riff que concluye la apoteósica Halcyon, que se ha convertido en mi mantra para cualquier festival donde coincido con esta banda, convertida ya en una de mis favoritas de todo el panorama musical. Gracias Elder, el viaje fue de otro planeta. Para concluir el viernes solo faltaba disfrutar un rato de Babalis Sr. y Jr., los padre e hijo de Acid Mammoth. Creo que perjudicados por el slot tan complicado que les tocó, casi a las tres de la mañana con las energías muy agotadas para la audiencia. Pura onda Black Sabbath, los griegos demostraron tener la fuerza para levantar a la gente que aún quedaba por el festival (y no era poca) dejando muy alto el listón del viernes.
Sábado 12
Comenzábamos el sábado con la energía justa, al menos en ese momento de la mañana… Nos hicieron falta un par de cafés para ponernos a funcionar y volver a mirar por enésima vez el programa, como diría la gente de bien. Uno de los principales alicientes de la primera hora eran los italianos Black Rainbows, hijos pródigos de Heavy Psych Sounds, ocupando el main stage para presentar su nuevo trabajo: Superskull. Mucho big muff y buena onda que sirvió para terminar de despertar. Otro café no hubiese venido mal, y es que sintiéndolo mucho, Earthless siguen haciéndoseme pesados en directo. Es una banda que escucho en disco y me gusta mucho, la disfruto casi en su totalidad hasta que llego al directo y no termino de encontrar el discurso ni las intenciones. Los encuentro monótonos y sin mucha sorpresa. Un sonido increíble, eso sí, potente y cuidado, no les pongo ni un pero en ese aspecto.
Y precisamente, viniendo de Earthless, nos encontramos con la grandísima sorpresa (o no, pues intuíamos algo) que nos regalaron A Place to Bury Strangers. Una banda un tanto extraña que juega entre el post-punk y lo alternativo/experimental. Mucha gente no veía que tuviese cabida en este festival, pero si en algo coincidirá el 100% del público es que la liaron bien liada… Más show que concierto, en el buen sentido. Hicieron que la multitud permaneciese atenta a cualquier movimiento, nunca sabes cuándo se va a reventar una guitarra si desde la primera canción ya empiezan a volar astillas. Alguna dificultad de sonido seguramente debida a las secuelas de algún mal golpe pero nada que no pudiesen arreglar bajando del escenario y tocándose unos temas entre el público. Sin duda para recordar, fue una de las actuaciones más divertidas y memorables que he visto.
Todavía con el sol en la frente llegaba el turno de la veteranía de Eyehategod. El sludge-doom más estridente y pesado que ocupaba este año el cartel del festival no dejó a nadie indiferente. Los de New Orleans dieron un conciertazo de los que apetece estirar. Se sintió como un bofetón violento y seco que nos puso en el suelo para no dejar que nos levantásemos hasta que terminaron, y aún desconcertados nos miramos con la palabra NOLA escrita en la frente. ¡Qué brutalidad! Menos mal que tuvimos unos minutos para reponernos y prepararnos para los que sin duda eran la principal atracción del sábado. The Black Angels, desde Austin, Texas, dieron toda una lección de equilibrio y saber estar. Un sonido más que notable y unas proyecciones que en todo momento ayudaban a perderte por los senderos de la psicodelia. Presentando su último álbum, Wilderness of Mirrors, salido a ultimísimos del 2022, no solo lograron el lleno en el recinto, sino también aunar a la gran mayoría de asistentes a través de himnos más que celebrados como Entrance Song y Young Men Dead. A pesar de ser cabezas de cartel y dejar buen sabor de boca, no me dio la sensación de que supusiesen lo que el año pasado vimos con Electric Wizard u Orange Goblin, salvando obviamente las distancias de género, pero haciendo la comparativa de artista más potente/mainstream del día.
Creo que el balance general fue que estuvo bien verles pero ya está. En cambio, la actuación que vino después demostró que sí había gente con muchas ganas y mucha pasión, entregada y ya abandonada a lo que deparaba el final de la noche. Church of Misery, desde Japón, dieron un auténtico espectáculo para un público más de nicho que en The Black Angels, pero como decía, mucho más entregado y que sin duda disfrutó más. No es habitual que grupos de este estilo vengan desde tan lejos y era momento para darlo todo. La banda de Tokyo fue cercana a más no poder, prueba de ello el photocall improvisado que se montó en el merch durante la tarde. Derrocharon fuerza y ritmos pesados, me sonó todo mucho más doom y me encantó disfrutar por primera vez temas de su último disco, que confieso no había escuchado y el directo me dejó muchas ganas de analizarlo de arriba a abajo.
Church of Misery completaron un set directo y sin mucha concesión rozando la medianoche. Eran las Dozer menos veinte y llegaba el turno para la banda sueca, recientemente renombrada, Monster Truck. Tommi Holappa salió al escenario como una auténtica leyenda, nada que ver con el placement que había mostrado con Greenleaf, mucho más perfil bajo y en un segundo plano. Esto solo podía significar que nos encontrábamos ante un concierto grande con una banda que tiene más poder del que a priori nos imaginábamos y que iba a cerrar por todo lo alto coronándose como lo más disfrutado del último día del SonicBlast. Dozer ya me gustaban antes de verlos y es una banda que esporádicamente he ido escuchando a lo largo de su más que amplia trayectoria, pero después de lo vivido en Âncora solo tuve más ganas de escucharlos al volver a casa. Fueron la sorpresa que no esperaba y con la que poca gente contaba. Preveíamos un concierto correcto y ya, pero estuve moviendo la cabeza hipnotizado hasta que concluyeron con la es-pec-ta-cu-lar Mutation/Transformation de su último álbum Drifting In the Endless Void.
Un concierto en familia donde no faltaron las colaboraciones de Arvid Jonsson de Greenleaf y una cantidad ingente de personas elevadas entre la multitud para despedir a la gran banda que esperábamos ver esa noche. Tras Dozer, y con el cuerpo prácticamente anestesiado, repetía la banda andaluza Lunavieja. Literalmente hasta repetía escenario, pero esta vez con ayuda de la noche para que ritual y performance estuviesen algo más soportados. No termino de enganchar con esta banda que por pasajes me recuerda a Monolord y de repente me saca completamente cuando se entremezcla con el folklore y los conjuros. Con nostalgia recordaba que ese mismo slot lo ocupó Weedeater el pasado año.
A nivel de sonido y puesta en escena me pareció mucho mejor que el pasado año, la atmósfera era la adecuada y la gente que aún tenía fuerzas para continuar la noche decidió adentrarse en el bosque sin saber lo que les depararía la experiencia. Tras la banda malagueña nos pusimos las túnicas para recibir a El Altar del Holocausto. Los charros se sacaban la espina de la cancelación del pasado año prácticamente en las mismas condiciones que se esperaba su actuación de 2022. El sonido bíblico conquistó sin duda a devotos y no tan devotos del género para ayudarles a resucitar. El post-rock más espiritual cerraba una edición del SonicBlast con muchas luces y pocas sombras.
Y aunque hemos agradecido la nueva zona de descanso, sí que es cierto que se llega a hacer algo duro pasarse tantas horas de pie y al sol. Me hubiese gustado que la disposición de los escenarios fuese opuesta o estuviesen en lugares diferentes por el embudo que se forma en el cambio de bandas. Creo que se necesita urgentemente algo más de amplitud en las instalaciones, pues tiene pinta de que la afluencia seguirá creciendo año a año y no vendría mal crecer a lo ancho dejando más aire en los laterales para no acumular a toda la gente frente a los escenarios. La agilidad en las barras y el poco tiempo de espera no era el mismo para conseguir los tokens, quizás más personal o incorporar un sistema cashless como han hecho ya la gran mayoría de festivales mejoraría con creces la experiencia. En cuanto a las bandas, lo más comentado sin duda fueron los horarios.
Había casos que realmente chirriaban y hacían de la experiencia óptima algo totalmente distinto. Entendemos que cada banda tiene su agenda y sus exigencias y es algo que no va más allá del berrinche inicial… Sí que he de decir, y esto es algo totalmente subjetivo, que el cartel se me quedó un poco descafeinado y eché de menos a muchas bandas que me hubiese gustado ver. Los rumores de las confirmaciones para este año se quedaron en nada, supongo que por la absurda subida de cachés y por razones ajenas al festival. Como comentaba al principio, se me vienen a la cabeza muchos momentos épicos de la pasada edición y creo que esta no me ha llegado a tocar tanto.
Todo esto son cosas muy secundarias que para nada empañan la experiencia que nos ofrece el SonicBlast. Hay puntos muy positivos como la constante limpieza de aseos, los puntos de merchandising, comida para todos los públicos, precios lógicos, acceso fluido y sobre todo una gran sensación de cercanía que se respira en todo el recinto.
El ya consolidado festival para amantes de la vida lenta, edición tras edición ha adquirido otro significado. Desde que te subes al coche no solo piensas en estar sacudiendo la cabeza pocas horas después, sino que te acuerdas de los encuentros de año a año con personas que viven lejos, planeas desvirtualizar caras de colegas afines y entre sidras y abrazos ocurre todo mientras toca Nick Oliveri, que suponemos volverá el próximo año.
Bromas aparte, digo todo esto por lo que supone el festival, por lo que entraña y lo que transmite. Cualquier persona que asista al SonicBlast, sea ajena o habitual, notará desde el primer momento lo que se respira. Todo sucede con una familiaridad y cercanía envidiables y de esto deberían aprender otros festivales. A nadie le molesta esperar su turno para pedir una cerveza cuando sabe que no le van a cobrar doce euros. Tener una playa al lado y foodtrucks con opciones veganas deliciosas quizás me lo acercan mucho más al corazón. Por todo esto y mucho más, SonicBlast, te lo concedemos. Siempre nos ganas.