Y llegó el momento tan esperado. Me he pedido el día de mañana en la oficina para disfrutar a pleno de una noche que presiento será brutal. Una noche que presiento comenzará puntual. Son las 19:00 h de este jueves 24 de noviembre, algo lluvioso y no tan frío si pienso en el calor de los Motores que van a encenderse en minutos nada más. Pruebo mi humilde Canon T3I tomando algunas fotografías del exterior de la imponente sala Capitol, que luego descartaré porque lo importante es lo que va a suceder adentro. Y ya que menciono la sala, dice mi amigo Emilio Iniesta, batería de Sr. Salvaje, que se trata del recinto para rock con mejor acústica de toda Galicia. Reconozco que hace muy poco ingresé por primera vez, cuando los fui a ver a ellos, y quedé impactado con el sonido. Ya sabía que iba a ser parte de los privilegiados reporteros que cubrirían a UDO esta noche y mi ansiedad crecía de una manera considerable.
Las puertas se abren, ingreso, y la sala tarda en llenarse. Miro caras, vestimentas, comienzo a probar la cámara, la luz. Una mujer me reconoce, yo a ella sólo cuando me dice “¿tu no esperas siempre en la misma parada de bus que yo?”. Es notable como de día somos personas que trabajan para un sistema que nos permite luego disfrutar de acontesimientos increibles como el que se avecina, y que suelen suceder por la noche. Las noches del rock, del heavy, del calor humano y el abrazo sonoro de los altavoces que tanta felicidad aportan a nuestro organismo vapuleado por la rutina, a la que escaparemos a pura distorsión de guitarra eléctrica, tambores que golpearán en nuestro pecho y un bajo que sabrá masajear donde corresponde.
Motores a full
Y a las 19:40, puntuales, comienzan a sonar los motores, literalmente: así como algunos grupos acostumbran hacer sonar algun preludio musical grabado, ellos directamente metieron ruido a motor, tan realista que casi se olía el combustible. Jamás había escuchado a Motores en directo, aunque sí sus grabaciones y hoy puedo decir, con toda certeza, que son la mejor banda de rock en castellano que escuché desde que vine a vivir a España. Y que hay que escucharlos en directo. Casi con nostalgia Carlos del Río comentó que hacía tiempo, mucho tiempo que no tocaban así que me emocioné al sentir que estaba formando parte de una suerte de regreso. Impecable como sonaba Carlos del Río: se entendía cada palabra. Quedé maravillado con las reflexiones y el humor de sus letras, en especial con una que ya había escuchado antes y que me alegró recordar hoy: Si quieres un amigo, cómprate un perro. Y creo que esto ya lo escribí en otra ocasión, si es fue lo repito: ¡cuánta verdad! ¿Qué les puedo decir? La media hora, que “pasa rápido” como dijeron, fue de ellos por completo: se los veía muy a gusto, derrochando la elegancia, simpatía y confianza que da la experiencia. Me quedé con ganas de más, de más motores. Profesionalidad al palo, calificación MUY BIEN, 10, SOBRESALIENTE.
Llega el turno de Existance. La bendición de todo fotógrafo primerizo como yo. Estos tíos no sólo tocan: además son fotogénicos. Han estudiado al detalle las coreografías y poses del rock clásicas, no les faltó ninguna. Cantan para ser escuchados y también para ser vistos. Chocan puños de complicidad con los afortunados de las primeras filas. Sonríen, esbozan palabras en castellano y nos hacen sentir que están cerca de nosotros. Quizás por la cercanía cultural, a los Motores, que tocaron música y pura música, sin tanta puesta en escena, si los sentí en un plano de diálogo genuino. Cuando los Carlos y Gorio se miraban, yo sentía que esas miradas no habían formado parte del ensayo, que eran espontáneas. Pido disculpas por comparar, sé que no se hace, aunque de esta faceta de Existance me quedó un sabor agridulce. ¿Vieron cuando Paul McCartney saca una bandera de Brasil, habla dos palabras en portugués y les hace creer a todo el mundo que le encantaría quedarse a vivir ahí y luego va al día siguiente y hace exactamente lo mismo en Argentina? Eso sentí cuando, en una sala imponente como dije antes, con un sonido maravilloso y todo, el cantante grita “Santiago de Compostelaaaa” como si estuviera en un estadio descomunal. Dicho esto, sigo agradeciendo las hermosas poses que aportaron a mi lente y el sonido brutal que le sacaron a sus instrumentos: la música fue maravillosa. Me gustó mucho como sonaron Dead or Alive y Breaking the Rock.
Y llegó el momento tan esperado, el de U.D.O.
Un tío bastante rubio, de cabello ondulado largo y algo de barba está colocando las púas en los pies de micrófono. Noto que las de Dammers son todas diferentes y tienen un orden en particular, las reacomoda varias veces, se ríe. Las de Fitty Weinhold son todas iguales, gigantes, duras, bien de bajista y las pone de una sin mayor preocupación
Voy a contarles una confidencia: acaso por la emoción de estar ante una banda como Motores y por las expresiones fotogénicas de Existance… me gasté toda la batería de mi cámara con ellos y cuando U.D.O. empezó a tocar tuve que salir corriendo para casa a buscar otra. Lo reconozco, ¡qué pelotudo! (término a buscar en el diccionario argentino-galego-castellano). ¡¿Cómo no traje dos baterías??!. Dicho esto, me perdí las primeras tres canciones.
¿Puedes creerlo? Esperé tanto este momento y bueno, me pasó eso. Por suerte vivo cerca de la Capitol. El detalle… es que soĺo se nos había permitido tomar fotografías desde la fosa… ¡Durante las primeras tres canciones!. Así que decidí convertirme en fotógrafo de aventuras y luego de llegar adelante de todo otra vez – esto no fue difícil, el publico ha sido de lo más respeutoso – me metí de forma descarada en la fosa y disparé fotos en ráfaga hasta que muy amablemente, el tío rubo que sólo hablaba en inglés, sí, el que acomodó las púas, se convirtió en seguridad y me invitó a salir o salir. “Excuse me” le dije, creo que queriendo decirle “I’m sorry” o algo así, no importa, yo ya ya tenía lo que quería. El tío sonrío.
¡Y no sabes lo que me costó tomar esas fotografías! De hecho no me salieron muy bien: me temblaban las manos. La figura de U.D.O. intimida. Tiene un porte que te cohíbe. Si los Motores se sentíeron cercanos y Existance lo intentaron, U.D.O. definitivamente genera una distancia, de manera involuntaria, que tiene que ver con su trayectoria, su sonido tan único y, vamos a decirlo, su edad...¡Ya quisiera llegar así!!! El tío es una leyenda. En pocos momentos lo ví sonreír, intente retratarlo. Su sonrisa fue tan real, tan cariñosa, ¿cómo te explico? U.D.O quiere mucho a sus músicos, se nota que disfruta mucho el escenario, el directo. Antes que me olvide ¡Qué batería más chula! Con unos fierros super custom, nunca había visto algo así. Eso también intimidaba.
Hablemos de música
U.D.O. se tocó casi todo de Game Over y está bien. Algo de Accept hubo, sin embargo han hecho verdadero honor a la escenografía que trajeron y a mi esas cosas me gustan. Que alguien que hace años está en esto y que podría seguir comiendo tranquilamente de sus viejas glorias se anime a grabar un disco tan increíble y a defenderlo en directo tiene un mérito destacable. El show estuvo increíble. Otro que intimida es el bajista, Weinhold, brutal lo que se toca el loco. Sus notas sonaron gruesas aunque bien definidas. A medida que la noche, larga aunque fructífera, avanza voy comprendiendo por qué tantas puas distintas tenía montadas la bestia de Dammers. Smirnov, sin tanta púa distinta, no se quedó atrás.
Hubo lugar para la nostalgia, como dije antes, algo de Accept y rescato en especial Princess of the Dawn. Sonó tan fresca como si se hubiera compuesto ayer. Creo que ya iban dos horas de show cuando creí que todo terminaría y CHAN ¡Bises!. ¿Qué más se le puede pedir a estos monstruos sagrados? Los tenés ahí, en una sala pequeña, con un sonido BRUTAL, tocando más de dos horas, temás nuevos que suenan de pu… madre y se hasta nos miman con bises. ¡Animal House tocaron!!! y cerraron de la mejor manera posible, con Balls to the Walls. Impecables. Un show francamente histórico. No tengo como comparar, tampoco los había visto en directo antes, aunque lo siento así. Estoy agradecido de haber estado esa noche ahí y haber presenciado un evento en el que toda la energía estaba puesta en el escenario, en el público, en las letras, los solos, el encanto de la maquinaria humana puesta al servicio de lo irrepetible. Esta vez ni siquiera recordé comprarme una cerveza: estaba tan obnubilado con lo que estaba sucediendo que se me olvidó.
Viernes 11:00 AM
Voy al supermercado a comprar una barra de pan y pasa caminando, paseando diría yo, y acompañado por una señorita ¡el tío rubio que sólo hablaba inglés!. Nos saludamos. Sonrió.