Domingo 22 de Mayo de 2022. Son casi las 12 del mediodía y recibo un mensaje de Agustín -director de Rock Galicia- en mi WhatsApp recién instalado -prefiero Telegram- que me deja un tanto intrigado
- Salgo en 20 o 30 minutos
- Sales en 20, 30 minutos para llegar a las 17???
- Tengo 2 horas y media de viaje más aparcar y tal
El resto del día transcurrió con tranquilidad salvo porque hacía años que no cubría un evento y a esto había que sumarle la emoción de que esta vez se trataba del show 40 aniversario de Bad Religion, en el Multiusos Fontes do Sar en Santiago de Compostela: una ciudad a la que arribé en 2019 y -pandemia de por medio- no pude explorar convenientemente. A decir verdad, apenas había concurrido a mi primer evento masivo en España ¡el día anterior! Que me tocó ser sonidista en el Locofestival de Trisquel, aunque esa es otra historia que también involucró rock y que ya les contaré cuando sea el momento.
Aprovecho para aprender a manejar un grabador Zoom que me han prestado: soy de otra época, me resisto a trabajar con el móvil. Aún así, llevo unos cascos por si fuera necesario escuchar algún mensaje… de Whatsapp… durante el evento.
16:00, la voz de Agustín:
- Estoy aquí con Jaime, furgo azul, aparcamiento de abajo lado izquierdo
- Voy para allí, creo que estoy del otro lado.
Las emociones se acumulan: será la primera vez que vea a Agustín en persona y además conoceré a Jaime, el autor de las fabulosas imágenes que ilustrarán mi humilde nota.
Jaime es majo y todo en él me recuerda a Javi, un realizador audiovisual que conocí en Bs As hace años ya, que tenía un videoclub y me regaló cientos de viejos VHS cuando ya nadie los quiso. Ingresamos por la puerta principal – haciendo la fila como todo el mundo, aunque con nuestras entradas de prensa en mano. El guardia de seguridad revisa la mochila de Jaime y casi le da un paro al comprobar su equipo fotográfico. “Tu vienes con él?” me pregunta y ni me revisa. Por suerte pensé, en otras épocas no podías ingresar con un grabador. Ahora, pues no sé.
Jaime saluda a todo el mundo: en este ambiente todos se conocen y por suerte: también lo saluda una chica de la organización, amiga suya de asturias, que le consigue una cinta verde con la que podrá ingresar al foso. “Tu búscate un lugar por ahí y disfruta del show”, me indica Jaime y eso es lo que haré.
Cervezas hay pequeñas y de litro, la fila es larga y para volver a hacerla me lo pensaré dos veces, así que venga el litro, combustible para la pluma ¿Dónde estará Agustín?
Arrancó Bastards of parade y me pregunto porqué una banda tan increíble está sonando tan tempranito. El derecho de piso suele ser injusto con los locales: ya tenía ganas yo de escuchar estas gaitas.
Agustín me envía un audio, intento escucharlo con cascos, es imposible. Necesita alimento, le dije: parece que hay pizza a 3 euros.
Los bastardos están hablando con el público.
El sonido está muy bien aunque los espacios vacíos producen el efecto rebote-baño que uno intenta evitar, asunto que mejorará cuando se vaya llenando el ambiente. Los cuerpos absorben el sonido, como esponjas, y son acaso el mejor “material acústico” que podemos encontrar. Me fascina estar absorbiendo el sonido de las gaitas eléctricas de Bastards que suenan con muchas mas fuerza, desde luego, que las que estoy acostumbrado a escuchar en la catedral y es maravillo encontrarme entre tantos pocos aunque valiosos y auténticos fans de este conjunto que por eso han venido tan temprano.
Una tierna pareja hombre-mujer con remeras de Tick Tack se sacan una foto a metros de donde estoy sentado. ¡todo un señor! me dice Agustín acaso por no estar adelante y por mi camisa… debo re conocer que no hay mucha ropa negra en mi guardador, aunque amo a Jonny Cash.
Se preparan para ingresar en escena los Blowfuse y se produce un recambio del público. Como nosomos demasiado, los que están atrás se adelantan ocupando el lugar de quienes vinieron a ver a Bastards, el espacio da para eso y yo también voy adelante para ver un poco como son los equipos. El escenario es modesto aunque bien equipado, recuerdo que la primera vez que vi un equipo similar de altavoces para sala fue en Lujan, Buenos Aires, año 2008, durante el sorpresivo retorno de Charly García, y se trataba de una tecnología muy novedosa que seguro aquí ya se venía utilizando. Cada tanto me lo cruzo a Jaime, y me comenta como son los shows en otros lugares del mundo como Holanda. Blowfuse arranca con Behind the wall tengo la impresión de que están sonando un puntito más fuerte que Blowfuse (y eso que se despidieron con Outta my head a tope).
Una pareja hombre-mujer acaba de meterse en el baño de hombres y como buen voyeaur me meto atrás. Ingresan en uno de los WC y ocurre lo inesperado: se ponen a conversar. Han encontrado un sitio a donde el sonido no llega con tanta intensidad y de ese modo pueden conversar con tranquilidad. Definitivamente Blowfuse está sonando más fuerte que Bastards.
Comienzan a armar los muchachos de Desakato. Unas torres de aplificadores Orange, que algunos son naranjas y otros son grises, además de una batería de acrílico transparente naranja, se vé que les gusta mucho ese color. La batería la arman a la izquierda, bien al frente, me gusta ese sello dinstintivo ¿por qué todo tiene que estar siempre en el sitio esperable?
Desakato está por arrancar y ya suenan los avisos de rigor que prohíben fumar y vender bebidas alcohólicas a menores de 18 años, que los hay y mucho: menores de 18, de 15 y de 12, de 10, ya que familias completas han venido a este evento. Muchas parejas y mucha gente mayor de 18, y mayor de 30 y mayor de 40 y mayor de 50… ¿Cuantas veces se ha visto un show que convoque a tantas generaciones? Y comienza Desakato y se agradece que han creado una atmósfera, han trabajado en preparar este show, lo que se convierte en una introducción que incluye un verdadero espectáculo de luces azules y máquinas de humo que se encienden como preludio a los arpegios comienzan a sonar para dar entrada un riff rabioso espectacular. Estoy adelante y no creo que me mueva demasiado ya de aquí, es increíble como suena todo.
Entró muchísima más gente con Desakato y podemos decir que el ambiente se calentó, seguro muchos sean fanaticos de Desakato y muchos de Bad Religion que van viniendo a medida que se acerca el gran momento y quieren encontrar un lugar, su lugar, cerca del escenario.
Regreso a los baños, mientras me preparo para el segundo litro de cerveza y veo a un par que parten y comparten una pastilla azul, “la castigadora” la llaman, me miran y se ríen. Yo creía que las pastillas azules no eran precisamente alucinógenos, así que vaya uno a saber qué será lo que están consumiendo estos muchachos… además de numerosas y sospechosas bolsitas ziplock tiradas por ahí nada de esto se traduce en disturbios y afuera de los baños reina la paz y como dije, el ambiente es sano y familiar.
Me encuentro con Agustín, cuyas declaraciones al increparlo a grabador limpio son: “Brutal, esto es brutal”.
Es increible como suena Nuestro Legado, de Desakato. Parece la versión de estudio, no les miento.
“Amigos y amigas, esto es Cobardes”, introducen y así suena Tiempo de Cobardes, que mola en verdad.
Incremo a unos chicos al azar y les hago una pregunta:
-¿Además de Bad Religion, vienen por alguna otra banda en particular?
Y Thiago me responde:
-Millencolin es un grupazo de los que llevo escuchando desde que tengo 18 años pero Bad Religion siempre estuvo detrás y como fans que somos del Resurrection Fest, evidentemente, de mi pueblo, venimos a fuego.
Desakato se despide con Cuando salga el sol y debo decir que la gente está hiper conectada con la música, el espectáculo de luces es impactante. Aún es de día aunque de a poco va cayendo la noche y entiendo que cuando arranque Bad Religion el techo transparente habrá oscurecido del todo y seguramente vayamos a flipar con la iluminación.
Comienza a probar sonido la gente de Millencolin, quienes levantan un telón impresionante con un diseño gráfico muy característico. Millencolin incluye al publico en su prueba de sonido, quienes reponden a sus gritos de “Yeeeeahhhh”. Hace minutos nada mas, alguien probó la batería.
Hablo con una chica de Turquía cuyo nombre no supe interpretar:
-¿Vienes a ver a Millencolin?
-A Bad Religion
-Obviamente, ¿y de donde vienes?
-Vengo de Asturias ¿tu eres argentino? mi novio es Argentino, de La Plata, ya lleva 20 años aquí
-Hay mucha movida de rock en La Plata
-Lo sé, aunque nunca estuve en Argentina, me gustaría
Su expectativa es grande y seguimos conversando mientras se sigue probado sonido para Millencolin. El público es de lo más eterogeneo, puedo contemplar hasta una camiseta de ¡Batman!.
Millencolin suena tremendo. Un verdadero show, hiperconectado con el público, con alguna que otra palabra en castellano acertada como “Fiesta”. Al igual que todas las demás bandas de la noche, han usado guitarras inalámbricas algo que para mi es una novedad y quizás se trate de la mayor innovación desde la invención de la guitarra eléctrica, les permite moverse por el escenario con absoluta soltura, pueden saltar, tirarse al piso, pisar el altavoz de monitoreo, y todo eso que uno tanto disfruta ver. Lejos quedaron los tiempos en que los músicos rompían sus instrumentos o los arrojaban hacia los asistentes, al menos en estos shows esas cosas no están sucediendo.
Agustín me comenta: “la pizza de 3 euros… malísima”.
Está claro que el gran momento de la noche vino precedido de otro acontecimiento digno de ser reflejado en esta crónica y se trata de nada menos que la impactante actuación de Suicidal Tendencies. 8 temitas interpretados con una entrega absoluta, me encantaría
entender mejor el inglés y saber que demonios ha dicho con tanta velocidad Mike Muir, quien casi parecía estar rapeando. Una palabra sí que la repitió muchísimo: “Fuck”.
Y así pasó el hijo de Trujillo, 17 años tiene el chaval y la rompió: un caso claro de completo profesionalismo que se llevan en los genes. Su permanece es, quizás, lo mejor de la noche. Momento flashback: una sola vez en mi vida vi algo similar, con unos chicos que tenían la misma edad y se llamaban Bemol. Seguro miles de bandas se llaman así, soĺo tendrá sentido buscarlos cuando se junten de nuevo y triunfen, por ahora son el recuerdo de un gran conjunto underground que jamás olvidé. Vuelvo al presente y observo que Ben Weinman no para de regalar púas (¿úñas?) al público aunque su puntería no es buena y gentilmente el guardia de seguridad quien no esboza sonrisa en toda la noche las recoge del suelo y las entrega, en mano, a los fans, con absoluta corrección. Un guarda que no pede evitar poner expresión de sorpresa cuando Ben se para sobre uno de los laterales del escenario que probablemente no está instalado con la intención de soportar el peso de nadie. Entrega absoluta, ya lo he dicho, este show sí que me asombró.
Cuando una banda como Suicidal Tendencies arenga al público de esta forma los primeros disturbios de una noche tranquila son inevitables. Ya fuera por el efecto de aquellas pastillas misteriosas o del contenido de las ziplock, mucha gente comienza a saltar las barreras para acceder al escenario y los pocos guardas de seguridad se reparten la tarea de contenerlos y guitarlos amablemente hacia el camino de la luz. Curioso el caso del joven que intenta acercarle ¡Una pizza! a los Suicidal. Nadie es expulsado del Multiusos, aunque al escenario no lograrán acceder y la pizza no se ha podido entregar.
11:30 hs Necesito ir al baño, el segundo litro de cerveza ha hecho efecto. Llegó el momento tan esperado y milagrosamente consigo acercarme de nuevo a la primera fila junto a la barrera, ese lugar en verdad privilegiado ahora que el recinto al fin está petado.
Las palabras de un par de fans:
-¿Estoy falando con radio galega en directo?
-No esto es para rockgalicia.com ¿con quien estoy hablando?
-Manolito Díaz para todos ustedes va a empezar Bad Religion, a muerte señores. Estamos disfrutando del concierto aquí en Santiago de Compostela y la afluencia del público después de los años de pandemia, llevamos dos años aquí esperando.
Y esa espera terminó porque en minutos nada más arranca Bad Religion, el gran momento de la noche. Comienzan a probar una batería roja que suena muy bien, debo decir. Van a tocar con dos amplificadores Marshall increibles, un sonido clásico, crudo.
Levantan un telón al igual que las demás bandas, no habrá pantallas gigantes ni otros artificios: tocarán como las anteriores, ofreciendo de igual modo todo el espectáculo en forma de canciones, como debe ser.
En diez minutos nada más, está confirmado que van a arrancar puntuales. Me informan que la prueba de sonido ha sido exitosa.
Jay Bentley comprueba la afinación de su bajo y arrancan con Generator y es alucinante, la gente enloquecida tira cosas al escenario, no sé que son, se ríe Greg Graffin y hace alución, al igual que el fan entrevistado hace unos minutos, a los dos años de espera y pandemia. Pronuncia alguna que otra palabra en castellano, repite seguido la palabra “Gracias”. Gracias a ti, Greg por este momento inolvidable. La entrada de Greg ha sido magestuosa: con sus gafas graduadas, ropa negra sin serigrafía y el porte de la experiencia que da los años. Un cantante que no grita ni imposta la voz y que denota una verdadera técnica vocal que acaso lo ha mantenido en la ruta durante tantos años sosteniendo en lo alto una vara de calidad muy difícil de alcanzar. Esto se nota también en las armonías de voces que hace Jay, bien podrían obviar estos detalles que en los discos son tan habituales y sin embargo, fieles a lo que el público espera encontrarse en shows de estas caracteristicas, reproducen de manera fiel el repertorio provocando esa sensación tan especial que hace que uno sienta un cosquilleo en la nuca de manera automática.
Registro algunas secuencias de vídeo con mi móvil, necesito publicarlas en Instagram: sí, al final, consigo entrar en la modernidad, acaso por ese deseo incontrolable de compartir lo irrepetible. Me alejo, voy al fondo, necesito ver y contemplar desde las gradas a la gente que en campo es hábilmente iluminada con luces frías durante los estribillos. Por milagro consigo regresar bien adelante y ya no puedo regresar atrás. A diferencia de lo que sucedía con las bandas teloneras, la emoción de estar ante Bad Religion hace que uno no pueda salir e ingresar en ese trance del musicar producido.
Como era de esperarse, mientras que los grupos anteriores se despacharon con shows muy dignos de no más de 8 canciones, Bad Religion comienza a dar señales de que la noche aún es demasiado jóven al decirnos Come Join Us, canción número 9 de la noche y esto queda claro más adelante cuando entonan Modern Man y me siento tan identificado con aquello que comentaba hace a penas minutos.
Ha sido un show alucinante, no faltaron Punk Rock Song, ni Infected, ¿qué más se puede pedir?
Lunes 23, 7:00 hs. Yendo al trabajo de informático en Teo lo disfruto y mucho, aunque reconozco que cada tanto es genial esto de convertirme en un periodista de rock. Por fortuna existe el café, sustancia que en este tipo de oficinas se consigue en cantidades razonables.