Scent of Death nos golpean con un nuevo disco una década después.
Tras “Of Martyrs’s agony and hate” de 2013, la banda gallega vuelve a la escena con mucha fuerza presentando “Into Everlasting Hate”.
Scent of Death nacieron en 1998 de las cenizas de Suffer Age y Osmosis y encontraron su formación actual allá por 2010. Veteranos de la escena death metal y tras dos larga duración nos traen este nuevo disco cargado de fuerza, rabia y mucha experiencia.
“Into Everlasting Hate” es un disco que sabe a lo que juega. Empieza dejando bien claras las intenciones con “Sooner or later” y sus blastbeats demoledores. La sensación que me dejan desde el principio es de saber empastar a la perfección riffs muy diferentes con mucho gusto y una ejecución perfecta. Dejándose experimentar incluso con un bending de bajo en completo silencio para continuar con la masacre. Desahogos a base de solos de guitarra que desembocan en partes con el mínimo sosiego para tomar aire y seguir tensando la cuerda. “The choice of the strong” llega pronto al corazón por sus armonías en la cuerda más gruesa como mandan los cánones y por las voces tan bien lanzadas en un segundo plano como si todo te rodease por momentos.
Conforme iba escuchando el álbum y percibiendo todos estos detalles me di cuenta de la producción tan cuidadas que tenemos delante. El disco suena excesivamente limpio y sin artificios para tratarse de un trabajo de death metal, y esto lo digo desde la admiración. Qué difícil es conseguir que todo se entienda a la perfección, que el bombo suene en el sitio adecuado y los paneos de las rítmicas estén tan bien equilibrados. “The mute idol” comienza desde muy arriba demostrando que los solos pueden funcionar como un riff en sí mismos y es otro despliegue vocal que no deja espacio para nada que no sea gutural profundo. En apenas quince minutos la cabeza ya me daba vueltas y cada tema me parece más complejo que el anterior.
Llegamos al cuarto de los nueve cortes en los que se estructura el disco y me falta muñeca para imitar las guitarras al aire. “Romans 3:23” es una demostración enérgica de por qué llamamos a esto Technical Death Metal. Casi seis minutos de derroche vocal de Sergio Alfonso para llegar a “Solve et Coagula”, una especie de outro instrumental que nos ayuda a reposar lo escuchado. “Torture mind” nos acerca a la parte final del disco cuestionando el significado de la vida, del dolor y de la existencia mientras nos arrastramos por las profundidades. Un tema directo donde el juego de ride/crash de Rolando Barros me dejo con especial buen sabor de boca. Entre armónicos y un blastbeat demoledor comienza “Among Them” con un riff me-mo-ra-ble cerca del primer minuto de la canción y tras esto la inclusión de una tercera guitarra en segundo plano siguiendo a la voz que nos hace notar por primera vez en todo el disco algo menos orgánico pero con un resultado de diez.
La veloz intro de “Indoctrinated” nos deja sin aliento y el tema nos hace de manera deliberada estar pendientes del bajo de Luis C. González, que conforme avanza el disco lo vamos percibiendo más y más. El último corte y más largo, “Even the Angels fall” nos sumerje en la oscuridad desde el primer momento con arreglos de orquesta que eché en falta que durasen algo más. El tema, concluye un trabajo espectacular de las guitarras a manos de Jorge F. Taboada y Bernardo E. Tesouro que culminan el riffwork con un catálogo de técnica abrumador.
“Into Everlasting Hate” es un disco con las cosas muy claras, que suena a lo que quiere sonar y prueba de ello es la producción tan realista y natural en cada canción, en cada instrumento y sobre todo en la voz, sin efectos durante todo el álbum. Una experiencia de 42 minutos de death metal sin medias tintas. Un disco del que quizás se hablaría más si viniese de un grupo de fuera de la península. Un sonido brutal, una técnica desbordante y poco tiempo para recuperarse.
Podéis haceros con el disco en formato CD, vinilo y cassette en Base Records, Hecatombe Rec